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lunes, 6 de septiembre de 2021

Reemplazando el trabajar por dinero por el cumplir la misión de tu alma

La manera en la que opera hoy nuestro mundo es como una cadena de esclavitud, en la que las personas son tratadas como objetos ("recursos humanos") que un jefe dirige. Las más altas aspiraciones son olvidadas, simplemente para conseguir dinero como fin y meta de todo. La gente se vende a las necesidades de los mercados, y buscan prosperidad abusando de otros que llevan sobre sus espaldas la carga de las tareas más pesadas, repetitivas y aburridas. La gente se olvida de su alma y de su ser interior para satisfacer las expectativas y los caprichos de aquellos para quienes trabajan para conseguir el dinero. Se convierten así en presas vulnerables para los que manejan la economía a su apetencia. Esto genera abuso, violencia, prostitución y adicciones, así como injusticia, corrupción, materialismo, competitividad, escasez... Crea un vacío interior que la propaganda consumista trata de llenar anunciando productos inútiles.

Una economía basada en recursos como la que propone el Proyecto Venus sería un estupendo comienzo para cambiarlo todo. Implica olvidarse del dinero y usar directamente los recursos naturales de la Tierra, puestos a disposición de todos, para satisfacer nuestras necesidades materiales básicas. Implica declarar la naturaleza como la herencia común de todos los habitantes de la Tierra. El agua, la electricidad, el alimento, todo como una propiedad puesta a disposición de todos los ciudadanos sin trabas monetarias. Simplemente porque los que manejan la sociedad se preocuparían por la gente, no por acumular poder y propiedades a expensas de los demás.

Los productos serían fabricados enteramente por máquinas, como ya sucede en muchas cadenas de producción en las que el trabajo humano está siendo reemplazado. Con los niveles actuales de tecnología, dicho cambio de modelo económico sería mucho más sencillo de lo que a primera vista pueda parecer. Debemos considerar, por ejemplo, la cantidad de casas y apartamentos vacíos que los bancos poseen después de haber desahuciado a la gente que no los podía pagar. Tenemos un montón de viviendas sin gente y también gente sin viviendas, todo por culpa del sistema monetario.




Una vez que se hubiera generado abundancia y todo el mundo tuviera sus necesidades materiales básicas cubiertas (techo, agua, luz, alimento, ropa...) la gente tendría tiempo para meditar y reconectar con su Ser Superior. Podrían comenzar el proceso psicológico de sanación de todas las heridas y traumas que el vivir en un sistema abusivo les ha causado.

De todas formas, no hay una receta mágica para cambiar el mundo. Es la tarea de todos y cada uno de los seres humanos que viven, respiran y actúan sobre el planeta. Estamos afectando nuestro entorno por la manera en la cual elegimos vivir nuestras vidas, por la manera en la cual pensamos y tratamos a los demás. Necesitamos dejar de seguir líderes y empezar a tomar responsabilidad por nuestro propio bienestar, por el bienestar de los demás y por el del ecosistema.

Para comenzar a cambiar nuestro modelo económico, necesitamos reformar nuestros valores. Estamos condicionados a trabajar como máquinas, siguiendo el reloj y el dinero. Vemos nuestros trabajos como algo que debemos cumplir para ser "un buen ciudadano". Sin embargo, muchos de nuestros "trabajos de buen ciudadano" están basados en la explotación de nosotros mismos, en la de los demás o en la del entorno en el cual vivimos. El valor real que dichos trabajos aportan al bienestar o mejora de la sociedad es completamente ignorado, y por supuesto, también el alma y el valor interior de la persona empleada. El mismo término "empleado" denota cómo se objetualiza a las personas. Como si fueran "algo" "empleado" para un fin (el que los que están por arriba manejando los hilos requieran y se les antoje). Como si fueran una simple herramienta.

Nuestras mentes tienden a seguir los esquemas fijos de productividad que hemos aprendido desde niños, y fracasamos a la hora de encontrar un trabajo que se adapte a nosotros, en vez de tener que adaptarnos nosotros al trabajo. Incluso las concesiones que la industria y las empresas hacen de vez en cuando, están basadas en esta concepción utilitarista y deshumanizada de las personas. Hemos olvidado el valor de nuestro Ser Interior. Hemos olvidado a nuestra alma. Hemos olvidado nuestra auténtica misión de vida, para qué hemos decidido encarnar en un planeta y tener una experiencia física. Somos mucho más de lo que se nos cuenta.



Ni siquiera tenemos trabajos que se adapten al entorno natural y real de nuestro planeta, al ecosistema que nos da la vida y que nos mantiene. Y la mayoría de los trabajos tampoco cumplen una función social, sino que se adaptan a lo que los amos del mercado, los jefes del dinero, requieran. De manera totalmente caprichosa y arbitraria.

Todo esto porque estamos convencidos de que así son las cosas y así deben de ser, porque nos han lavado el cerebro desde niños en la escuela, a través de nuestros padres, de los medios de comunicación... Así que ni siquiera nos molestamos en intentar algo diferente. 

Nuestra mentalidad es estática y cuadriculada. Pero podemos cambiarla.


Seguir programas fijos, o elaborar proyectos que evolucionan





El modelo de trabajo en nuestra sociedad siempre sigue el mismo esquema:


El jefe quiere conseguir un objetivo. Entonces detalla los pasos a seguir para ello, estimando cuánto tiempo, dinero y recursos necesita para cumplirlo. Entonces, el trabajo se fragmenta. Cada persona involucrada en el proyecto obtiene su tarea a cumplir, y se enfoca en ello sin necesidad de saber qué o cómo están haciendo el resto de personas involucradas. Todo en compartimentos. Sólo el jefe, el director, el presidente o el nombre que tenga, sabe y supervisa qué hacen los demás, y juzga si están cumpliendo la tarea que quiere o no. Si no lo hacen, los amenaza con el despido y por lo tanto la pérdida de ingresos con los que obtienen productos básicos de supervivencia. Obedecer al jefe se convierte, por tanto, en un asunto de vida o muerte (metafóricamente hablando). La voluntad de las personas queda anulada.


Esto genera un trabajo mecánico y despersonalizado en el que la gente no se considera ni como la autora del servicio ni como la beneficiaria final. Las tendencias y requerimientos de un mercado abstracto que pocos saben quién dirige o cómo o por qué se maneja así, deciden qué necesidades sociales se satisfarán y cuáles no. Si limpiar un río no da beneficios, no se hace. Si alimentar a los necesitados no da beneficios, no se hace. Si vender productos químicos venenosos y corrosivos da beneficios, se hace a gran escala. La gente se vuelve esclava del sistema y ha de obedecer a los amos de éste exactamente como se requiere, o los objetivos planteados por los jefes desembocarán en un fallo del sistema.


Esta rígida manera de trabajar no ofrece más incentivos que la propia supervivencia y el dinero. Necesita que toda la gente siga un programa fijo, como un reloj: empiezas a trabajar a tal hora. Haces esto, esto y esto. A tal hora puedes hacer un descanso de 15 minutos. Después haces esto y esto. Aunque termines antes, no puedes salir de trabajar hasta tal hora. Si no sabes qué hacer, pregúntale al jefe.


El trabajo, como resultado, se vuelve algo externo a la persona, algo que aliena a los individuos y les hace perder su identidad y su auténtica misión en la vida. Quiénes son en su interior, y qué han venido a hacer a este plano físico de la realidad. Por lo tanto, viven en un miedo constante de no ser suficiente y con una amenaza perpetua sobre su propia supervivencia, que gira en torno a cuánta satisfacción siente el jefe con respecto a ellos. Esto convierte a gente independiente en siervos dependientes y sumisos. La obediencia se idealiza como el valor principal, y las personas pierden la capacidad de una autocrítica sana (ya que el jefe es quien decide por ti si lo haces bien o no), del libre pensamiento para cuestionarse las tareas que están haciendo, para qué y qué efectos reales tienen, y la de comunicación con el resto de sus compañeros quienes también están involucrados en el mismo trabajo para evitar duplicación de tareas y aumentar la eficacia del trabajo. Nadie tiene por qué saber siquiera cuáles son las auténticas intenciones del director.


Estos programas fijos necesitan que la vida siga un patrón fijo que nunca cambie. Pero la realidad es... que la vida cambia sus patrones. La vida está en constante evolución. Y si nuestro trabajo no es capaz de adaptarse a la vida real y a los retos que siempre aparecerán en nuestro camino, fallará. Ni siquiera importa si toda la gente obedece al programa establecido como robots. Cosas y acontecimientos inesperados surgirán en el camino, y si no hay flexibilidad ni capacidad de adaptación a ellos, el programa naufragará.


Elaborar proyectos que puedan estar en constante evolución y mejora puede ser la solución. Como sociedad estamos en un cruce de caminos, y podemos aprovechar la oportunidad para empezar una nueva manera de trabajar que cambie las cosas para mejor, o podemos colapsar. La vida evoluciona. La vida no espera por nosotros. Si no nos adaptamos a ella, nos iremos quedando atrás.


Los proyectos que evolucionan se centran en los individuos y en sus necesidades. El trabajo está hecho para el individuo, no el individuo para el trabajo. Cada persona tiene una misión en la vida que su alma ha elegido desde planos superiores de conciencia, antes de empezar esta vida física. Esta misión de vida es sagrada y ha de ser respetada. ¿Qué te apasiona? ¿Cuál es tu afición? ¿Qué podrías estar haciendo durante horas sin darte siquiera cuenta de que el tiempo está pasando? ¿Qué harías si todas tus necesidades materiales estuvieran cubiertas?


¿Meditarías durante horas? ¿Pintarías? ¿Cantarías? ¿Bailarías? ¿Cocinarías? ¿Actuarías en obras de teatro? ¿Viajarías a explorar nuevos lugares? ¿Aprenderías otros idiomas? ¿Te implicarías con proyectos de protección y restauración del medio ambiente? ¿Charlarías con los ancianos solitarios del vecindario para hacerles compañía? ¿Escribirías? ¿Buscarías nuevas terapias de sanación física, mental o espiritual? ¿Diseñarías aparatos originales? ¿Practicarías deporte? ¿Buscarías o elaborarías información científica para compartir con el mundo? ¿Investigarías bandas criminales para traerlas ante la justicia? ¿Arreglarías motores de coches? (Sí, hay gente que ama los coches y no le importaría pasar el tiempo en eso). 


Hay un montón de gente con talento, y de gente que se enriquecería como público receptor de sus obras de manera gratuita. También hay muchas tareas sociales y medioambientales que necesitan voluntarios, y personas que se sentirían realizadas sabiendo que lo que hacen está ayudando a otras personas, sin necesidad de horario fijo. El obstáculo principal que se interpone entre la gente y sus trabajos ideales es... el dinero. Las grandes multinacionales, empresas y corporaciones deciden por todos nosotros qué se puede hacer y qué no, filtrando todo a través de sus mentes psicopáticas sedientas de poder y explotación del prójimo.


Específicamente, un proyecto que evoluciona es un proyecto que puede adaptarse a lo que sea que surja en su camino. Tenemos un equipo de 13 voluntarios para limpiar este río, por ejemplo. Tenemos la voluntad e intención de limpiar el río, y el río necesita ser descontaminado. No importa si necesitamos más gente para hacerlo más rápido. Podemos hacerlo más despacio. No importa si usamos herramientas más avanzadas o más rudimentarias. No hay presupuestos prefijados así que nos adaptamos a los recursos disponibles. Sólo queremos que la gente se sienta bien limpiando el río y que el río esté limpio. Si quieren poner música o tienen otras ideas para amenizar la tarea, está bien. Si quieren hacer una pausa temporal o definitiva en el trabajo, no importa. No pagamos sueldos por jornada laboral fija con una plantilla obligatoria. La gente puede unirse y desunirse en el momento que considere necesario. Gente abandonará y otra gente nueva se irá incorporando. También podemos comunicarnos con otros equipos de trabajo que estén realizando tareas similares en otras zonas, para compartir mejoras en los procedimientos. No hay competitividad cruel generada por los mercados; sólo deseo de solucionar los problemas reales.


Nuestro equipo es flexible y la gente comunica todo el tiempo sus inquietudes, sus necesidades, sus problemas y también sus ideas para mejorar y los éxitos que han logrado. Se sienten escuchados, siguen lo que les apasiona hacer y jamás son forzados a hacer cosas que no quieren hacer. No necesitamos a un jefe que vigile cómo marchan las cosas, porque constituimos una red de trabajo que funciona por sí sola.


En este tipo de sociedad, la delincuencia, las adicciones, la pobreza y la prostitución irán desapareciendo al esfumarse las causas que las motivan.





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