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(c) Marta Santos |
Aquel día de verano de 1945 mamá y papá estaban contentos.
Decían que habíamos ganado la guerra. Los aliados habían venido a Reims a
rescatarnos hacía dos meses, y por eso mamá me había comprado este vestido para
celebrarlo. Por fin podíamos olvidarnos de las necesidades y de la angustia que
habíamos pasado. Habían ganado los buenos.
Así que salí a estrenar mi vestido. Los cadáveres alemanes
se amontonaban en las aceras, algunos con la frente abierta. El olor a
descomposición se acentuaba con el calor. Los niños les tiraban piedras. Las
mujeres les escupían. Los hombres los pateaban, y se reían. Habían ganado los
buenos.
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