El extraterrestre
«HABITANTES
DEL PLANETA TIERRA:
Vuestros
dirigentes os engañan. Sí, es algo que sospecháis, pero no sabéis
cuánto. A los que os descubren las más grandes mentiras de vuestra
humanidad les llamáis conspiranoicos, y yo os digo: los
conspiranoicos son vuestros gobiernos, los directivos de las
multinacionales, los jefes de los bancos, los que dirigen las
campañas de publicidad. Os venden protección para que tengáis
miedo y accedáis a instalaros el virus. Pero os ocultan que en
realidad no hay amenaza de la que esconderse, que la única amenaza
sois vosotros mismos.
Usan
vuestro miedo. Lo hacen para que os parezca normal lo antinatural. Y
allí crean el engendro. Hacen del paraíso el infierno, y piden
vuestra colaboración. Saben que sin vosotros no pueden hacerlo. Por
eso están muertos de miedo. Tienen miedo a que vosotros no lo
tengáis, y entonces no les quede forma de seguiros manipulando.
Sois
invencibles, pero no lo sabéis.
Vosotros
tenéis el poder, siempre lo habéis tenido. Vuestra es la última
palabra. Vosotros decidís por quién apostáis: por la muerte, o por
la Vida.
Por
las pastillas para la depresión, o por sanar vuestras emociones.
Por
odiar, o por amar.
Por
fumar, o por vuestros pulmones.
Por
el alcohol, o por vuestro hígado.
Por
la cafeína, o por vuestro cerebro.
Por
coches propulsados con petróleo, o por el aire que respiráis.
Por
reciclar vuestra basura, o por contaminar la naturaleza.
Por
herir al que no se puede defender, o por defender al que todos
atacan.
Por
ahogaros en costumbres consumistas, o por ahorrar vuestro dinero y
valorar vuestra libertad.
Por
seguir las modas, o por brillar enseñando lo que os hace diferentes.
Por
callar ante el abuso, o por denunciarlo.
Por
usar a las mujeres, o por amarlas.
Por
crear mascotas, o por dejar a los animales vivir en libertad.
Por
adoctrinar a vuestros hijos con disciplina, o por escuchar con amor
lo que os han venido a decir.
Por
crear negocios cárnicos de matanza en serie de vuestros hermanos
menores creyéndoos vuestros propios mitos como dogmas, o por
alimentaros con los recursos que os da la Tierra.
Por
despreciar al que dice algo que no os gusta, o por intentar escuchar
sus razones.
Por
usar la lógica sin más, o por usar la lógica que sale del corazón.
Amigos,
os hemos venido observando desde hace eones. Os hemos acompañado en
vuestro proceso, y siempre os hemos amado. Somos extraterrestres de
un planeta muy lejano; y aunque vosotros no sabéis quiénes somos,
nosotros sí sabemos quiénes sois vosotros. No nos hemos olvidado de
vuestra grandeza. Ahora es tarea vuestra el recordarla. Con amor,
vuestro hermano
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Ilustración: Marta Santos |
—Asquerosos
bichos extraterrestres —se quejó—. Piensan que pueden venir aquí
y decir sus sandeces cuando les dé
la real gana. Pues ahora no van a intervenir. Bastante nos ha costado
ya mantener a raya a sus compañeros verdes. Escoria intergaláctica…
—El indignado hombre arrugó la carta con fuerza, se sacó el
habano de la boca y lo arrimó a una esquina del papel, depositándolo
en un cenicero de cristal. La misiva de ¼±ÞÿÕЮ°ðŬ
prendió
fuego y se
volatilizó en apenas unos minutos.
Luego, descolgó
el teléfono de su despacho.
—Avisen
a nuestro presidente, a Rocafeliz, a Anguila Mercader, a Su Majestad
la Reina de Inglesterrestres y al pelele del Yunque ese. Ah,
y no se olviden del Pudin y de los chinos. Los
apestosos violáceos tratan de comunicarse otra vez con los humanos.
—Sacó
una
pistola del cajón, la observó complacido y esbozó una sardónica
sonrisa—.
Esta vez van a ver quiénes son los Estados Unidos de América.
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