A
pesar de ello, sus padres querían que fuese médico. Cuando llegó
la hora de elegir sus estudios superiores, le dijeron que solamente
le pagarían una carrera universitaria si elegía Medicina. El joven
no tenía dinero para mantenerse por si mismo, así que no le quedó
más remedio que acceder a los deseos de sus padres y matricularse en
la carrera de Medicina.
Lo
hizo muy a disgusto y con una gran pena en el corazón. Debido a esta
gran contradicción en su interior, al chico le costaba mucho
terminar su carrera. Suspendía asignaturas, faltaba a clase a la
mínima, se retrasaba al entregar los trabajos... Eso lo conducía a
un círculo vicioso en el que cada vez se sentía peor y le era más
difícil sacar adelante el graduado.
Los
padres le reñían y también se sentían muy disgustados, pues
pensaban que su hijo era un vago sin remedio que nunca sería capaz
de salir adelante en la vida.
El
chico comenzó a pensar lo mismo que sus padres, y cada vez eran más
frecuentes las tardes en las que se aislaba en su habitación y se
refugiaba en su ordenador. Como actividad escapatoria, programaba
aplicaciones que inventaba para las cosas más absurdas que se le
ocurrían: registrar ausencias de los profesores en clase, crear
bases de datos con los alumnos clasificándolos según la ropa que
vestían, hallar una media de los días en los que sus padres le
reñían más y relacionarlo con las fases de la luna para predecir
qué días se iba a llevar las peores broncas...
También
creó un programa para registrar su paga semanal y destinarla a los
gastos que consideraba más urgentes. Este último programa, en
concreto, le resultaba muy útil para llevar las cuentas de su
situación económica personal. Por ello, creó una aplicación en su
móvil con el mismo funcionamiento que el programa de ordenador, y la
utilizaba todos los días.
Sus
compañeros comenzaron a preguntarse qué era lo que el chico anotaba
en su móvil cada vez que consumía algo en la cafetería de la
facultad, que le pagaban algo que le debían o se encontraba dinero
por la calle.
—Es
una aplicación para llevar la cuenta de mi propia situación
económica —respondía el muchacho.
La
idea comenzó a gustar entre sus compañeros, y un día, uno de ellos
le solicitó una copia de esa aplicación para instalar en su propio
móvil. El chico le cobró una pequeña cantidad por ello, y se
sorprendió mucho porque detrás de ese compañero vinieron más a
solicitarle otras copias. El joven siguió cobrando por cada una de
ellas, y comenzó a manejar una cierta cantidad de dinero gracias a
la aplicación que había inventado por casualidad. El éxito de esta
fue tal, que acabó poniéndola en internet para que cualquiera
pudiese acceder a ella y comprarla.
Sus
padres estaban gratamente sorprendidos. El hijo que pensaban que
nunca iba a salir adelante en la vida, se estaba haciendo rico
gracias a un programa que él mismo había diseñado.
—Hay
que admitirlo —Le decía la madre al padre—. Este chico tenía un
talento especial que no fuimos capaces de descubrir.
La
situación llegó a su cúspide cuando el representante de una
importante empresa de informática a nivel mundial llamó a su casa.
Dijo que pretendía contratar al chico, pagándole una cuantiosa suma
de dinero, para incorporarlo al equipo de investigación y desarrollo
de nuevos programas.
El
joven aceptó encantado. Nunca llegó a terminar la carrera de
medicina, pero sí pudo graduarse en Ingeniería Informática con
todo el dinero que llegó a ganar por su propia cuenta.
El
secreto de la abundancia es no separar lo que te hace feliz de lo que
te da dinero.
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