Foto: Marta Santos |
Pero esa noche el pescadero
no fue el único que descubrió algo. Los ojos cerilla de Sonia
tuvieron la oportunidad de retroceder más de quince años hasta un
padre violento, una infancia con grilletes y una madre que cocinaba
magdalenas con miel. Los grilletes no se autoabsorbieron cuando el
padre violento cerró por última vez su maleta; tan sólo cambiaron
de color. Nadie preguntó adónde había ido el esposo de la
pescadera, todos sabían que a la pobre mujer le había tocado por
fin la lotería. Las clientas moldeaban el rostro del pequeño
Armando con millones de besos mientras éste se mantenía
imperturbable con la mirada fija en la puerta. Aquella puerta por la
que estaba seguro de que pasaría la mujer que le quitaría los
grilletes cuando fuera mayor. Él estaba convencido de que debía de
existir otra alma tan bella y pura como la de su madre, y de que
algún día la encontraría. Pero él no se comportaría como su
padre. Se juró que, una vez que la hubiese encontrado y que su
corazón la hubiese reconocido, la trataría como se merecía. Como a
una reina. La reina de su propio cuento.
Sonia le ayudó a recoger
los platos y colocarlos en el lavavajillas. Armando barría, sin
poder apartar la mirada de aquellas finas manos que acariciaban la
mesa con la vieja bayeta amarilla.
Analizó su vestido blanco,
que comenzaba a mostrarse algo ajado, y la llamó. Con voz dulce.
—Sonia...
—¿Sí?
—¿Te apetece darte un
baño? Antes, en la fuente... Ibas a bañarte, y no te he preguntado
si te apetecería hacerlo ahora.
Ella, como siempre, le
respondió con una sonrisa diamantina.
—¡Claro! Pero me
apetecería bañarme contigo.
Armando se ruborizó.
—¿Conmigo, dices?
Sonia notó el encendido
color rojo que serpenteaba entre las mejillas de su amado. Retiró la
mano de la vieja bayeta amarilla y cruzó los ojos con los de su
amado.
—Verás... En mi familia,
darse un baño con alguien simboliza un juramento de lealtad eterna.
El acto de purificar dos cuerpos en la misma agua se considera una
promesa inquebrantable, y se hace cuando dos almas desean convivir en
armonía para siempre. Es... una especie de matrimonio. Armando,
deseo que te bañes conmigo.
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