Foto: Marta Santos |
Volvió la mirada atrás.
Nadie le seguía. Sólo eran imaginaciones suyas, así que lo más
coherente sería sumergir sus miedos en un balde de agua fría. Oh,
Dios. Sería difícil, ¿eh? Sobre todo si volvía a encontrarse con
aquel hombre de estatura desmesurada, imponente, como una montaña en
tinieblas con ojos de fuego que lo quemaban desde la cima. No quería
volver a verlo, no soportaría otra vez sus frases lapidarias. Lo
herían porque sabía que decían la verdad. Ella no estaba en
Leipzig. Por eso la estaba buscando. Por eso recorría todos los días
el bosque donde solía ocultarse a leer. Desde el amanecer hasta que
el sol se escurría en un horizonte zanahoria. Nunca la encontraba.
Nunca desistía. Maldito policía orangután. No le daría el gusto
de reconocer que Sonia podría estar muerta.
Armando respiraba el aroma
de aquel bosque como quien aspira el olor de la moqueta de su casa.
Era ya tan familiar, que podría haberle ofrecido un respetuoso
"hola" a aquel jabalí que husmeaba la tierra. Después de
todo, reconocía aquella mancha blanca detrás de la oreja derecha
como si fuera el lunar de la mejilla de su madre. Pero no le dijo
nada. El jabalí no lo hubiera entendido.
Eso no evitó que el hombre
lo acariciara con la mirada y se sorprendiera cuando, en la tierra
que levantaba el peludo animal, descubrió un pequeño hueso.
Delgado, frágil. Como un palito. Se hundía en la tierra, así que
debía de pertenecer a un conjunto más grande. Armando esperó a que
el jabalí se alejase a una distancia conveniente, y escarbó. Y
descubrió otro hueso, y escarbó más. Y descubrió una mano, y
empezó a preocuparse. Y descubrió un brazo, y un hombro, y un
cuello. Todo un esqueleto humano.
Queridos lectores, he de
deciros que un colgante puede llegar a ser muy poderoso. Un colgante
puede identificar a un muerto, y puede matar a otro. Porque cuando
Armando se atiborró de tranquilizantes, ya estaba muerto. Lo llevaba
cinco años. Desde que recorría todos los días el bosque donde ella
solía ocultarse a leer, desde el amanecer hasta que el sol se
escurría en un horizonte zanahoria.
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